Suelo decir que no me gusta tener en cuenta las fechas, que no te recuerdo más o menos porque un día en concreto esté relacionado con tu vida, pero la verdad es que últimamente, cuando se cumplen tanto el día de tu llegada al mundo como el de tu marcha, te tengo especialmente presente. Quizás es porque este es un año especial, ya que hoy hace justo 10 años que te moriste. A lo mejor, me fijo en las fechas más de lo que me gusta admitir.
Quiero que sepas que en ocasiones sueño contigo, pero nunca de cuando estabas enferma. En mis sueños siempre estás bien y se te ve muy guapa, y yo ni siquiera sé que estás muerta. En mis sueños solo eres mi hermana otra vez y a veces ni te hago mucho caso. Pero no me lo tengas en cuenta, que cuando estabas viva tú a veces también pasabas un poco de mí.
Cuando estoy despierta a veces recuerdo los peores momentos. Recuerdo cuando estabas mala y cuando lo pasabas mal. Y últimamente recuerdo mucho el día que te moriste. No te lo tomes a mal, que no lo digo como algo malo. Si de algo en el mundo estoy orgullosa es de haberte ayudado a morir bien, en tu propia cama, tranquila y sin dolor; y de haber elegido un vestido con muchos colores para que estuvieras bien guapa en tu ataúd, que sé que a ti nunca te gustó mucho eso de vestir de oscuro. Y si de algo estoy agradecida, es de haberte tenido como hermana, aunque te fueras tan prontito.
Es que eras una tía de puta madre. Con una sonrisa, un par de halagos y un gesto ya los tenías a todos en el bolsillo, porque persona más simpática que tú no he conocido jamás. Eras muy graciosa y tenías una risa contagiosa. Y eras capaz de tocarte la nariz con la punta de la lengua, tu payasada favorita. Aprendí, ademas, mucho de ti: el valor de la inocencia, de ver siempre lo mejor de los demás, de valorar a cada persona y no burlarme nunca de los defectos ajenos. Y sobre todo que lo más importante no es llegar más alto que los demás, sino todo lo alto que tú puedas esforzándote al máximo.
Han pasado muchas cosas en estos diez años que me habría gustado que supieras. Deberías ver a nuestra sobrina Carmen, aquella que te empeñaste que nombráramos igual que a ti. Ya es más alta de lo que tú lo eras y pronto será más alta de lo que yo lo soy, y solo tiene diez años. Y es lista, tía. Súper lista. Pero también es un poco maniática y lenta como una tortuga igual que tú. También me hubiera encantado que conocerías a Ana, que es pizpireta, simpática e independiente. En eso se parece a ti tanto como a mí. Y te perdiste mi boda, y ver a tu hermana casarse con un vestido rosa. Así en plan princesa.
Que sepas que las Spice Girls volvieron a hacer un tour el año pasado. Operación triunfo y concursos del estilo siguen existiendo. David Bisbal aún canta y yo sigo sin poder escuchar a Laura Pausini sin acordarme de ti. Harry Potter ganó y se cargó a Voldemort, y aún no ha salido la secuela de Avatar, que fue la última película que vimos juntas en el cine. Te hubiera encantado la serie Jane, the Virgin, y la nueva trilogía de StarWars, porque las protagonistas son chicas guapas y fuertes, como a ti te molan. Seguro que hubieras insultado a Donal Trump cada vez que lo vieras en la tele y te habrías cabreado muchísimo con todo esto del confinamiento. «Este coronavirus me tiene harta», te imagino diciendo, cansada de estar tanto tiempo metida en casa.
Te imagino a veces cantado, que tanto te gustaba, y bailando, que siempre lo hiciste tan bien. Recuerdo tus ojos, enormes, y la marca que la varicela te dejó en la frente. Recuerdo tu barbilla menudita y tu cabello casi negro. Recuerdo que siempre querías ser el centro de atención y que casi siempre lo conseguías. Y que eso a veces me enfadaba un poquito. Recuerdo lo presumida que eras, y lo bien que te quedaban los vestidos. Recuerdo que tus últimas palabras me las dijiste a mí, y que en ese momento no supe entenderlas. Y recuerdo cuando decías que eras especial, y que a veces lo decías como si eso fuera algo malo. No lo era. Eras especial. Y eras única. Y yo no te habría podido querer más de lo que te quise si hubieras sido de cualquier otra manera.
También quiero que sepas que estoy bien. Y que soy feliz, que eso siempre te preocupó mucho. Que aunque a veces llore un poquito cuando me acuerdo de ti no pasa nada, porque la mayoría de las veces, me acuerdo de ti sonriendo. Que cuido de mamá y de papá por ti y me preocupo de que la familia siga unida y sin enfados entre nosotros, que no soportabas vernos discutir. Que no estoy enfadada contigo por haberte ido tan prontito. Y que fuiste fuerte y valiente, como esas heroínas de las películas a las que tanto admirabas. Y preciosa, siempre fuiste preciosa, aun cuando no pensabas eso de ti misma. Y precioso es también el recuerdo que siempre tendré de ti.
Yo no creo en el cielo, pero seguro que estoy equivocada porque tú dijiste que hacía allí te ibas. Así que quédate ahí bien tranquilita, que por aquí abajo estamos bien.
Tu hermana, que te quiere
Me ha encantado todo lo que has dicho de tu hermana, aparte de que la has descrito muy bien. Leyéndolo la veía tal como era ella. Tu también has sido muy valiente cuidándola en sus últimas hora y nunca te puedo agradecer bastante lo que hiciste por ello. Muchas gracias y te quiero mucho. Tu madre